En el antiguo Egipto, los sacerdotes tenían mucha importancia y estaban muy consi- derados por la sociedad. Ellos determinaban la fecha de cada sacrificio, dirigían la cons- trucción de las pirámides,... Este poder provenía de la astronomía, ya que fueron los encargados de la confección del calendario anual. A diferencia de los sa- cerdotes mesopotámicos, los egipcios compren- dieron la importancia del Sol, y no de la Luna en la duración del año. Así, el calendario de los egipcios fue mucho más eficaz que el meso- potámico. Descubrieron que cada 365 días el Sol salía por el mismo sitio exactamente (las columnas del templo de Karnak apuntan a la di- rección del solsticio de verano). Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que la duración del año era de 365 días y un cuarto más. Por eso, buscaron otros elementos que les permitieran confeccionar un calendario más eficaz. Este nuevo calendario se basó en el “orto helíaco”. Una vez al año, el Nilo se inunda debido a las lluvias ecuatoriales y los fuertes vientos de Abisinia. Esta inundación, tan importante para la vida de los agriculto- res egipcios, coincide con la aparición en el cielo de la estrella Sotis (hoy conocida como Sirio). Esta aparición es debida a que a par- tir de aproximadamente el 19 de julio el Sol sale después que ella, por lo que no queda ta- pado su brillo por el Astro Rey. Así, anotan- do el tiempo transcurrido entre una aparición y otra, llegaron a la conclusión de que el año dura 365 días y 1/4. Esto permitió a los sacerdotes conse- guir grandes privilegios y prestigio, gracias a sus predicciones.